miércoles, 7 de enero de 2009

La ‘slow food’ voltea su mirada al agro

Redacción Sociedad Diario el Comercio de Kitu

La corriente se opone a la comida rápida. Busca la fortificación de los métodos tradicionales. Tiene 100 000 socios.

‘La gastronomía debe ser defendida y salvaguardada como parte del patrimonio cultural de un país”. Ese es el gancho con el cual el sociólogo Carlo Petrini se presenta ante los niños, jóvenes y adultos, amantes de las pizzas y hamburguesas (comida chatarra) en todo el mundo.

El 25 de diciembre llegó al país. Su acercamiento no es gratuito, lo hace con un objetivo: regresar la mirada a los alimentos y métodos tradicionales. Su teoría, bautizada como ‘slow food’ (comida lenta), gana espacio. Nació en oposición a la comida rápida (‘fast food’) y a los métodos de elaboración química.

100 000 seguidores
tiene en el mundo la corriente. En Ecuador el primer socio es Pedro Muñoz.

Mauricio Armendáriz, presidente de la Asociación de Chefs del Ecuador, piensa que con la vinculación de esta tendencia gastronómica mundial no desaparecerá la comida chatarra, sino que será, más bien, el inicio de un equilibrio alimentario.

El chef ecuatoriano cree que con esta filosofía los ciclos de la comida rápida van a cambiar. Así, por ejemplo, prevé que las industrias transnacionales exigirán que sus alimentos sean orgánicos y cuidados de una manera ecológica; es decir, con mejores condiciones sanitarias.

Hasta el momento, esto no sucede, según el agrónomo Mario Caicedo, porque los consumidores no exigen que sus alimentos tengan normas básicas de comercialización y producción. En el agro, el campesino no tiene incentivos para sembrar. “Él mira que su producto no es rentable, la tierra se seca poco a poco, le hace falta riego”.

Para Armendáriz, la solución, en este sentido, está en eliminar los intermediarios que, en muchas ocasiones, tienen la rentabilidad más alta en el producto. “El campesino deja de sembrar papa por productos más rentables. Y cuando siembra el maíz lo hace a precio bajo, pierde...”.

Para Felipe Rivadeneira, catedrático de gastronomía de la Universidad de las Américas (UDLA), toda tendencia culinaria es aplicable de una cierta manera en el mercado ecuatoriano.

La cuestión es saber con que método de marketing se lo vincula al medio. “Es verdad a través de los alimentos uno se puede enfermar”. Sin embargo -dice Rivadeneira- el slow food necesita un mecanismo de información en el mercado “para saber cómo, cuándo y dónde consumir los alimentos”.

La nutrióloga Johanna Granda rescata de la corriente la idea de dar prioridad a los alimentos tradicionales y naturales, sin químicos, en la dieta diaria del ecuatoriano “porque estos se instalan y te ocasionan problemas a la salud a la larga y a la corta”.

Una de las herramientas que propone Granda para evitar que los preceptos queden solo en la teoría está en crear huertos ecológicos en las casas. Esta es una manera de dar seguimiento a lo que se cultiva. La ama de casa se encarga de sembrar y cosechar los alimentos, “ve todo el proceso, se vincula, es parte de él”.

Rivadeneira, en cambio, cree que no hay que satanizar a la comida chatarra. “Yo no lo veo como algo negativo, porque no tienes tiempo para comer, y es más fácil preparar un sánduche, lo malo es hacerlo una rutina”.

En sus inicios, la ‘fast food’ -aclara Rivadeneira- se adaptó al ritmo de vida acelerado, pero ahora la gente busca una nueva ideología: tomarse tiempo para comer y sentir cada alimento.

Dos corrientes que se contraponen

La ‘fast food’ es un estilo de alimentación donde la comida se prepara y sirve para consumir rápidamente en establecimientos especializados, sobre todo en la calle. Esta práctica no es nueva porque en la antigua Roma ya se vendían alimentos como los panes al paso.

A mediados del siglo XX, el empresario Gerry Thomas comercializó por primera vez la comida preparada (TV dinner). Con este invento, una persona puede preparar sin mayores esfuerzos suntuosos platillos en su casa y oficina.

Slow Food es un movimiento internacional. Nació en Italia en 1989. Su creador es el sociólogo Carlo Petrini. La teoría se contrapone a la estandarización del gusto y promueve la difusión de una nueva filosofía en el momento de saborear los alimentos: combina placer y conocimiento.

La idea es que el ser humano solo consuma alimentos orgánicos, así como que se motive y fortalezca al pequeño productor para que siembre y distribuya sin intermediarios. Su lema es: bueno, limpio y justo. El símbolo es el caracol.

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