Gustavo A. Jácome fundó otra visión del alma indígena

Redacción Cultura 

"Nunca me gustó la jorga, siempre tuve la misión de ser alguien en la vida 

Gustavo Alfredo Jácome

Escritor"

No cabe duda de que la orfandad duele. A los tres años con dos meses empezó la soledad de Gustavo Alfredo Jácome. Su madre, Rosa, murió por negligencia médica. Y eso, como él dice, lo marcó para toda la vida. 

Ese vacío se llenó con el amor hacia Otavalo y el lago San Pablo. Eso lo sabe Alicia Dávila, su ex alumna en la carrera de Filosofía y Letras de la U. Central. “El amó tanto a Otavalo que escribió ‘Viñetas otavaleñas”.

De hecho Otavalo es su tierra natal y la cuna de Andrés Tupatauchi, el personaje principal en ‘Por qué se fueron las garzas’, novela que lo puso en el mapa literario de América.

“En una feria de Alemania todos preguntaban por Jácome, era el único que sacaba la cara por el Ecuador”, recuerda el librero Édgar Freire. La fama del escritor tuvo su auge en los ochenta y durante esa época estuvo junto con él su esposa, Emperatriz Lobato, quien hace más de un año murió. Jácome volvió a enfrentarse con la muerte. 

El escritor vive en Quito, en una casa de tres pisos y donde mantiene su vida literaria en dos rincones: una biblioteca con 4 200 libros y su estudio. “Pero allá no sube desde que murió mi madre”, dice su hija Rocío, quien fue su secretaria por 25 años. 

Jácome en verdad quiere tanto a Otavalo que su biblioteca ya fue donada a esa ciudad. Es que en esa tierra imbabureña conoció (en la escuela) a Fernando Chávez, maestro a quien admiró y por quien decidió ser escritor.

En la adolescencia sufrió de amebiasis, la cual fue curada por médicos quiteños. Pero aun delicado y mimado por su familia, ya que fue el único hijo varón, se dio tiempo para estudiar y escribir. 

La fama de Jácome fue en aumento tanto por sus textos escolares como sus obras literarias. Tiene más de 40 títulos publicados y algunos premios. La disciplina fue su regla. Francisco Delgado, editor de editorial El Tucán, conoce su rectitud. “El era intransigente con la mediocridad de los alumnos”.

Jácome, luego de ser maestro escolar, pasó a ser catedrático universitario. Pero no olvidó la prosa y siguió escribiendo. Entre risas cuenta que alguna vez le dijo a un director del Miami Herald que se dedicaba a la “industria textilera” porque vendía textos escolares en Ecuador.

En las obras para los colegios explicaba el funcionamiento del español, pero en sus novelas trabajaba el papel del indígena como protagonista de la historia. Eso lo sabe bien el catedrático Raúl Serrano. “Al indígena ya no se lo ve desde la mirada del patrón, sino desde el sujeto que actúa sobre su realidad”. Eso se lee en ‘Por qué se fueron las garzas’.

Pero Serrano también habla sobre ‘Barro dolorido’, obra que ha sido traducida al ruso y al japonés, y que muestra esa realidad del indígena. 

Todos los trabajos de Jácome tienen un cuidado del lenguaje. Fausto Aguirre, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua (igual que Jácome) destaca que el escritor otavaleño es un gran defensor de la gramática y la ortografía española.

Talvez sea por ello se atrevió a criticar a la misma Real Academia Española en su libro ‘Gazapos’. “Algunos integrantes de la institución académica al enterarse, dijeron que Jácome había hecho un ejercicio de vanidad”, cuenta Marco Antonio Rodríguez, presidente de la Casa de la Cultura. Dávila coincide con que Jácome tiene alta autoestima. “Siempre fue un poco vanidoso, pero con razón, es un genio”.

A pesar de su edad (96 años), conserva una memoria lúcida y aún escribe. En su biblioteca y en su cuarto corrige y revisa la obra que será publicada el 2009: ‘La poesía de Alfredo Gangotena’. 

En su casa juega con sus recuerdos y los clasifica en días, horas y minutos para no dejarlos perder y talvez inmoratizarlos en un papel o una novela.