viernes, 17 de octubre de 2008

Emprendedores indígenas

La tecnología al servicio de la modernización de los sistemas de agua y de la industria textil constituyen algunas iniciativas exitosas de los empresarios y comerciantes indígenas del país.


Emprendedores indígenas
Por: Pamela Cruz

Si el Sumak Kawsay es el Buen Vivir, Ñaupaman pushak engloba el concepto de los visionarios empresariales del mundo indígena, emprendedores que se arriesgan a poner en práctica una idea y la convierten en un negocio en marcha.

El Programa de Diversidad Étnica de la Universidad San Francisco, con el auspicio de la Fundación Hanns Seidel, organizó el Primer Encuentro para Emprendedores y Empresarios Indígenas del Ecuador. ¿Los objetivos? Evidenciar las iniciativas de negocios del sector, sentar las bases para la creación de una cámara indígena de comercio y organizar un registro de información sobre el aporte económico de los indígenas al Producto Interno Bruto nacional. Aunque no hay aún una cifra definitiva de cuántos son y dónde están los emprendedores indígenas ecuatorianos, a la cita acudieron 150 asistentes, entre microempresarios, comerciantes y académicos.

La creación de software libre, la producción de bordados electrónicos a gran escala o la entrega de créditos son algunas de las iniciativas ganadoras.

Un ejemplo es Yachak Ruma. Veinte miembros de las comunidades de Chibuleo y San Francisco (en Tungurahua) abrieron la cooperativa de ahorro y crédito a fines de 2005. La competencia fue dura: en agosto de 2006, la Federación Nacional de Cooperativas de Ahorro y Crédito registró 45 instituciones crediticias de ese tipo en Tungurahua, 12 en Ambato.

A los 20 fundadores, quienes aportaron 3.000 dólares, se sumaron 50 pobladores de 19 comunidades de Tungurahua y Chimborazo que contribuyeron con 250.000 dólares. Actualmente, Yachak Runa tiene 6.000 socios, que acceden a créditos inmediatos desde 100 hasta 3.000, préstamos hipotecarios de hasta 10.000 dólares y créditos ordinarios de 1.000 a 5.000 dólares.

Para Alberto Pacari, jefe de crédito, dos razones explicarían ese desarrollo institucional: el pago de una tasa de interés anual del 14 por ciento y los servicios adicionales, como la venta de electrodomésticos.

De los 70 socios principales, 20 elaboran productos a base de plantas medicinales. Además de banqueros son “yachaks” de la medicina tradicional, dice Asdrúbal Tipán, gerente de la agencia Sangolquí.

Yachak Runa, que se traduce como “hombre sabio”, tiene un capital de un millón de dólares y está en proceso de registrarse en la Superintendencia de Bancos. Con matriz en Ambato y agencias en Sangolquí (Pichincha) y La Maná (Cotopaxi), a fin de año abrirá otra sucursal en Pujilí. Y no es el único ejemplo.

El software del agua
En Cuicocha y Peguche, en Imbabura, y San Juan de Pasto Calle, en Cotopaxi, los nombres de Marco Antonio Iza y Jorge Mueses no pasan desapercibidos. A las juntas de agua de esas poblaciones, estos jóvenes les vendieron unsoftware libre para facturación.

Ese soporte digital es sinónimo de cambios, a decir de Luis Fichamba, presidente de la Junta de Peguche. Desde hace tres años, el organismo que administra el recurso hídrico de esa comunidad dejó de llevar registros manuales del consumo de agua y de entregar recibos simples a cerca de 800 familias de Peguche, Jahuapamba y El Establo.

La sistematización de los pagos por el uso del agua de unas 4.000 personas le facilita la rendición de cuentas a Fichamba pero, además, permite que la comunidad tenga registros estadísticos sobre el recurso.

“En ciertos períodos del año, la curva de consumo asciende o desciende; esos datos son importantes para estudios cuantitativos o cualitativos”, dice la máxima autoridad de la Junta de Agua de Peguche.

La idea de un software libre, que es un soporte que permite al usuario copiarlo o modificarlo, surgió de una forma tan casual, como puede ser una conversación entre dos vecinos. Iza, indígena otavaleño, recuerda que una amiga de la comunidad Peguche le comentó su insatisfacción alrededor del cobro por la utilización del agua y su deseo de que “todo eso se modernice”.

Como estudiante de Ingeniería en Sistemas de la Universidad Técnica del Norte, empezó a investigar sobre la producción de software de facturación y, una vez que averiguó sobre el mecanismo de elaboración se contactó con Mueses, su colega de estudios.

Con un capital de 100 dólares, produjeron el soporte digital que se está comercializando en un valor cinco veces mayor. Hasta ahora, han hecho dos versiones pero el “mayor logro” es que su trabajo está generando empleo. “Se requiere de dos operadores técnicos para manejar el software”, explica Iza quien además abrió un servicio técnico de computadores con dos empleados a medio tiempo.

Las juntas de agua manejan el acceso a agua de riego, que son de vital importancia en las comunidades rurales. Esos organismos se transforman en sistemas comunitarios de agua con la nueva Constitución.

Según el Primer Estudio de Software del Ecuador, la industria generó 2.600 empleos directos, 633 empleos a destajo y 3.988 empleos indirectos a junio del 2005. Imbabura no consta en el mapa de los desarrolladores del país. Los registros ya pueden irse actualizando: el pionero es hijo del pueblo Otavalo.

Diseño textil computarizado
Desde 1992, cuando las fibras de algodón inundaron el mercado local, la producción artesanal de textiles sufrió un revés que se agudizó con el ingreso masivo de ropa importada.

En un primer momento, eso significó una amenaza para 18 micro productores de ponchos, chales, camisas, hamacas y manteles en Otavalo y Peguche. Sin embargo, se convirtió en una oportunidad de competir comercialmente cuando decidieron asociarse.

La idea vino de William Lema, presidente en receso del Consejo Artesanal de Otavalo, quien asistió a una charla del Ministerio de Industrias y Competitividad (MIC) en la que conoció sobre la posibilidad de acceder a créditos para comprar maquinaria de última generación.

Desde mayo pasado, María Rosa Conejo, William Lema, César Lema, Efraín Lema, y otros entusiastas socios se unieron para crear Kay Ñan, una empresa que busca mejorar la calidad de los bordados artesanales a través de la tecnología computarizada.

Con un aporte individual de 18.000 dólares, lograron un capital efectivo de más de 300.000 para acceder a un préstamo a cuatro años para la compra de 17 bordadoras japonesas con puertos USB (conductor universal en serie), que permiten la incorporación digital de los diseños artesanales.

El préstamo se canaliza a través del proyecto Emprendedores del MIC. Con máquinas propias, reducirán los costos del bordado que están entre ocho y diez centavos por cada mil puntadas y abrirán un servicio para los artesanos de Peguche y Otavalo que buscan bordados a menor precio.

El grupo espera con ilusión que la maquinaria llegue, pero mientras tanto los 18 socios tienen en stock más de 72.000 prendas con la marca Kay Ñan que significa “estamos en el camino”.

En estos cinco meses de asociación, elaboraron un logotipo y tienen un slogan para que sus productos sean identificados a escala internacional; pues aprovecharán los nexos comerciales que tienen en Europa, Norteamérica y el Caribe. Individualmente, exportan entre 5.000 y 10.000 dólares al mes.

Además, tienen listos diseños sobre las celebraciones indígenas de Imbabura que se reproducirán en pantalones, camisas, ponchos… “Ahora, nuestros bordados los usa el presidente Correa. Mañana, nuestra marca vestirá a personalidades del mundo”, dice sonriente Ramiro Lema.


Tomado de la Revista Vistazo www.vistazo.com

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