miércoles, 19 de noviembre de 2008

Parto a la manera Indígena

Tomada de la edición impresa del 19 de noviembre del 2008

Parteras formalizan prácticas ancestrales de alumbramientos

Joaquina Tenguena, miembro de la Asociación de Parteras del Alto Napo, cultiva plantas medicinales con las que el colectivo elabora brebajes que dan a las parturientas para que soporten el parto vertical al estilo oriental. | FOTO: ALEJANDRO REINOSO / El Telégrafo

FOTO: ALEJANDRO REINOSO / El Telégrafo

Joaquina Tenguena, miembro de la Asociación de Parteras del Alto Napo, cultiva plantas medicinales con las que el colectivo elabora brebajes que dan a las parturientas para que soporten el parto vertical al estilo oriental.

IMÁGENES

ANÁLISIS

Hay riesgos en los partos verticales


El parto vertical, que es el que por naturaleza se ajusta a la anatomía de la persona, en sí no lleva ningún riesgo.

Es más recomendado porque en el momento en el que la mujer asume la posición de rodillas para poder expulsar el feto, el canal por donde éste pasa se adecúa para que el niño pueda por gravedad salir. 

El problema se da cuando eso se hace en condiciones antihigiénicas, en casas donde no hay las condiciones asépticas, se pueden producir infecciones.

Hay peligros cuando no se ha hecho un control previo a nivel obstétrico, por ejemplo, cuando estamos con un niño con problemas del cordón umbilical. El bebé no va a bajar rápido y aumenta su sufrimiento. Podría hasta fallecer. Siempre es conveniente, sea un parto natural u horizontal, que haya cuidado obstétrico. 

También hay riesgos cuando el niño no viene de cabeza.

La medicina vegetal tiene validez en cuanto es tratada por expertos que conozcan los efectos de las medicinas naturales que recetan.
INFÓRMATE +

Las parteras de Amupaki  cuentan con una sede que funciona las 24 horas. Su teléfono es (06) 288 9590. Su portal electrónico es 
www.amupakin.org.ec  
La Dirección Nacional de  Salud Intercultural, donde pueden obtener más información sobre el tema 
de las parteras, es  (02) 297 2900, 
extensión 2888. 

Amazónicas tienen un centro con aval internacional en el que niños nacen al son de la música y un elixir que asegura su salud.



El sitio donde llegaron al mundo más de 200 niños en los últimos siete años, en el cantón Archidona, oriente ecuatoriano, está lejos de parecerse a un hospital o a una maternidad. 

La instalación de este centro de atención de mujeres embarazadas, al igual que la mayor parte de la geografía de la provincia de Napo, está rodeada por el color verde. 

El edificio de cemento, de un piso, creado por la Asociación de Mujeres Parteras Kichwas del Alto Napo (Amupakin) está localizado entre árboles y maleza, que en la mayor parte resultan ser plantas medicinales. “Lo que en otro lado dicen que es monte -señala la hectárea de vegetación sembrada- acá lo usamos para curar”, afirma Marylin Salazar. Ella administra la Casa de la Vida, nombre del lugar en el que se atienden partos al estilo de esa zona amazónica y que durante sus dos primeros años fue apoyado económica y técnicamente por la Cruz Roja Española y la Ecuatoriana. 

Incluso, desde hace un año, el Ministerio de Salud organiza talleres regionales con quienes trabajan en la partería en todo el país y juntos formulan propuestas y el marco legal para certificarlas. Por eso la semana pasada se desarrolló la Convención Nacional de Parteras y el próximo año se lanzará el programa “Salvando Vidas” con el que se dará aval a su labor. 

Marylin, quien bordea los 30 años de edad, revisa que las cuatro recámaras, de tres por tres metros, donde asisten a las futuras madres, esté ordenada. 
El cuarto, de la misma forma que el resto de la casa, tiene el suelo de cerámica, pues sirve para disminuir la humedad típica de la provincia. 

Marylin limpia un mueble de madera y acomoda una colchoneta que son necesarios para el parto natural. Muchas madres prefieren alumbrar sentadas.    

Rótulos escritos con marcador rojo en una hoja de papel pegados en la parte superior de las puertas de madera, indican “Salas de Partos”, en donde se trae al mundo a los niños de Archidona y de cualquier sitio que lo requiera.

Norma alumbró de pie en la Casa de la Vida, luego de tres horas, mientras se sostuvo de la soga llamada carahuasca.

La Casa de la Vida  funciona –en este caso sí como una clínica- las 24 horas del día.

Pero la administradora, quien además es parte del equipo de las 60 parteras que brindan asistencia, no recibe con una bata blanca a la paciente, al estilo de los doctores occidentales, sino que lo hace ataviada de un vestido azul, de una pieza, de manga cruzada en el hombro, al estilo oriental.

Descalza deambula dentro y fuera de la casa trasladando las hierbas que se usan en los partos y con las que se hacen brebajes que dan a las parturientas. Sin zapatos, Marylin se interna en la pequeña selva -plagada de hormigas y piedras- para tomar las plantas que cultivan alrededor del centro.

Realiza esa rutina casi todos los días, pese a no tener pacientes, porque “las mujeres de acá, generalmente, no se preparan para el parto, ni avisan con anticipación su visita. Algunas que no hemos visto nunca llegan de sorpresa y las atendemos bien”, explica.

El cultivo de los medicamentos ancestrales y la conservación de las costumbres de las parteras son los ejes centrales de la gestión que realiza la Casa de la Vida, que se inició en 2001 por iniciativa de las mujeres del Alto Napo y el apoyo de la Cruz Roja Española.

Dicho centro se mantiene abierto hasta ahora, pese a que el organismo internacional que lo financió durante dos años, dejó el manejo  para que ellas trabajen solas.

“Ahora buscamos fondos para mantener este sueño que pudimos hacer realidad”, indica la partera Olga Chongo, de 45 años, mientras hace su guardia de 24 horas en el centro.

El lunes antepasado, en su turno, Olga Chongo puso en práctica la preparación de partera que posee desde hace dos décadas.  A las 09:00, por el pedregoso camino que conduce hasta Amupakin, llegó Norma Grefa, en una camioneta, a punto de tener a su sexto hijo.

Los anteriores alumbramientos de la mujer de 34 años se dividieron entre el hospital y su casa. Pero nunca acudió a Amupakin. “No sabía que existía, pero en el camino recordé que alguna vez me contaron de un sitio que estaba más cercano a mi comunidad”, dice Norma en kichwa, mientras Olga traduce sus palabras.

La buena comunicación es una de las razones por las que las mujeres de la zona prefieren a las parteras, pues entienden con facilidad su idioma.

Para Norma fue una experiencia particular la que tuvo en la Casa de la Vida. En el sitio ella dio a luz de pie. Durante tres horas estuvo agarrada con las manos arriba de una piola llamada carahuasca, la que es extraída de un árbol.

1.589 Es la cantidad de parteras que reconoce el Ministerio de Salud Pública en
todo el Ecuador.

Mientras la partera recibió al niño abajo con las manos, una ayudante sostuvo la carahuasca de un lado y un familiar de la futura madre tomó la piola del otro extremo. Un familiar la abrazaba por la espalda para apoyarla.

Antes, para relajarse, Norma sopló el shuya puro (instrumento de viento redondo hecho de madera y similar a una pequeña vasija). Además, hasta el mediodía se le hizo beber flor de maría (infusión de una planta que sirve para  iniciar el parto y acelerarlo), probó hoja de yuca (para calmar la hemorragia), se le colocó aceite de lagarto en el vientre y se le ofreció una bebida hecha a base de uña de cocodrilo y otras plantas, para que tenga al niño con éxito. Luego se machacó la planta churi yuyu en una batea (bandeja de madera) para que cierren las cicatrices.

Cuando nació el niño deNorma, cuyo cordón umbilical se cortó con cáscara de guadúa, se le colocó cera de miel en el cabello del bebé para que esté protegido de todos los males y enfermedades. Además, con el mismo fin, se lo bañó con agua de hierba luisa y menta, que fue cocinada durante cinco minutos. El infante salió ileso. 

Luego con una flauta las parteras interpretaron una melodía de bienvenida. 

La sala de espera del centro -constituida por dos largas bancas de madera, unas sillas de plástico y un ventilador casero- queda siempre solitaria porque los familiares ayudan en el parto a la mamá. Sobre todo el papá es fundamental en la mencionada operación. “Él tiene que estar”, enfatiza Olga.  

Aunque en el último parto el papá, Carlos Yumbo, no pudo intervenir porque carecía de condiciones físicas para hacerlo, pero no se perdió la tradicional ceremonia que luego de 8 días se celebró en su casa.  

Las mujeres que intervinieron en el nacimiento llegaron hasta la semioscura casa de ladrillos de la familia Yumbo Grefa (ellos no tienen luz) para encender una fogata y danzar junto a ella para festejar la llegada del nuevo vástago. Las parteras llevan un cesto de paja (ashanga) en el que se colocan objetos que definirán la vida del infante. Si es hombre colocan machetes, caña de pescar, herramientas y armas. Y si es mujer ponen vasijas, artesanías y plantas.    

Para finalizar, todos los que estuvieron en el parto ingirieron un brebaje preparado con plantas medicinales para en acto colectivo, a través del vómito, expulsar las energías negativas que creen trajo ver mucha sangre en el nacimiento.

La Asociación de Parteras también hace “visitas médicas” a las mujeres que se preparan antes de tener a su hijo con ellas. Así, en la comunidad de Poroto, Luisa Tapui, de 25 años, recibió en su casa a Olga Chongo, quien antes del parto le frotó la barriga con grasa de pollo. “Está bien colocado”, le informó la curandera. 

Para Luisa será su quinto hijo y lo quiere traer con las parteras porque no le gusta “el parto acostada de los hospitales que es desagradable pues en esa postura hacen abrir las piernas”. 

En la Casa de la Vida no hará eso, ni pagará por el servicio. Allí lo único que pagan las mujeres son US$ 5 por tres comidas especiales que reciben las madres en el día de reposo. A la semana ellas culminan su recuperación y vuelven a trabajar en las chacras. 

Pero ese no es el único ingreso que tienen las parteras, pues también generan recursos los estudiantes de medicina extranjeros y profesionales que llegan hasta la Casa de la Vida para aprender cómo se hacen los partos verticales. Hay 10 habitaciones donde se pueden alojar alrededor de 20 visitantes. “Por cada día, por todas las comidas y la estadía, pagan US$ 10”, concluye Adela Alvarado, de Amupaki.  
Jimmy Tapia 
jtapia@telegrafo.com.ec
Reportero - Guayaquil

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