miércoles, 11 de febrero de 2009

Estelina Quinotoa: Celadora de sus ancestros

Tomada de la edición impresa del 27 de enero del 2009

FOTO: PAÚL NAVARRETE / El Telégrafo

Estelina Quinotoa.

Estelina Quinotoa: Celadora de sus ancestros

DATOS


 Estelina sabe kichua, francés, un poco de inglés y está estudiando alemán.  Cursó la carrera de leyes en la Universidad Central del Ecuador, de Antropología en la Universidad Politécnica Salesiana y una maestría en Bienes Culturales en la Universidad Internacional SEK.


En la reserva, las figuras están clasificadas por etapas históricas. La primera, Paleoindio (15 mil años atrás); Arcaico  (9.000 años atrás); el período  formativo (6. años atrás); Desarrollo Regional (2.500 años atrás); período de Integración (1.500 años atrás) y la etapa Inca (600 atrás).


Todas las piezas arqueológicas poseen un inventario: numeración, año en que fueron encontradas. Existe una valoración de patrimonio, de identidad y simbólico, de todos los ecuatorianos. “Son millones y millones los que están sobre mi espalda”, afirma Estelina, seria.


Es una lectora constante. Prefiere los textos de los arqueólogos Ernesto Salazar, Jaime Hidrovo, Francisco Valdez,  Jorge Marcos, entre otros. La literatura andina es su preferida y, en ese sentido, el autor que más le gusta es el peruano José María Argüedas, gran maestro del indigenismo.


Es madre de tres hijos, todos estudiantes universitarios. Se divorció hace varios años y fueron criados por ella. Aunque han seguido distintos caminos y no el de la antropología, la han acompañado en su trabajo desde que eran niños e incluso la han reemplazado en la cátedra.

La energía de sus ancestros, la voz de sus herencias entrañables, le imprimieron a su vida un sentido de excelencia que la destacó siempre. Una mujer sin complejos


Necesitaba sentir esas formas ancestrales. Sus manos casi le pedían que traspasara las vitrinas. Afortunadamente los límites nunca fueron un obstáculo para Estelina Quinotoa. En ese tiempo, era becaria de la Unesco y trabajaba como guía educadora en el Museo del Banco Central del Ecuador: “Yo quería tocar esas piezas, no porque fueran objetos bellos, sino porque eran una muestra de espiritualidad de varias culturas, que casi me hacían un llamado…”. Como guía permaneció, en el Museo, desde 1980. Y en 1991 pidió el cambio a la reserva arqueológica, así, al fin, llegó el momento en que pudo conocer 40.000 piezas, que se guardan en Quito y son consideradas patrimonio de los ecuatorianos. Para ese entonces cursaba la carrera de Antropología, a pesar de que era también madre de tres hijos. 

En 1994, el curador del fondo arqueológico se jubiló y Estelina heredó sus funciones. El cargo lo recibió después de más de una década de trabajo en el Museo y de una lucha constante desde que era niña.

Nació en Riobamba, “aunque realmente soy imbabureña, una puede nacer en cualquier parte y sentir que su vida se inició en otro lugar”. Su padre, madre y hermanos, indígenas de Otavalo, se trasladaron hacia Riobamba para trabajar en un  su taller propio de textiles.

Estelina, hija menor de cuatro hermanos, creció en una familia humilde, con bastantes limitaciones económicas y a la vez bien consolidada: “El dinero no lo es todo. Mis papás nos enseñaron a hablar kichua y a respetar la cultura de la que proveníamos”. Su identidad ha sido el equilibrio en su vida. En los años sesenta y setenta la discriminación contra los indígenas era muy fuerte. Más aún para una niña y adolescente a quien le encantaba conocer y leer. Hasta el momento ha leído cientos de libros, entre literatura y estudios antropológicos. Con útiles escolares regalados terminó la primaria. Siendo casi una adulta cursó la secundaria en el colegio nocturno Maldonado de Riobamba, mientras colaboraba en las confecciones de textiles junto a su familia.

“El único medio que descubrí para seguir estudiando era ser la primera en todo. Fui la mejor alumna siempre”

“El único medio que descubrí para seguir estudiando era ser la primera en todo. Fui la mejor alumna siempre”. Pero ni siquiera ese esfuerzo le sirvió para infundir respeto.  En el quinto curso, con un promedio de notas de muy bueno a excelente, era la mejor estudiante del colegio. Iba a llevar el estandarte nacional en la jura de la bandera, sin embargo “me obligaron a que me ponga el uniforme y yo jamás me he sacado la vestimenta indígena. No tengo complejos. Así me siento bien…”.

Como si hubiera cometido un delito, el rector del plantel, Antonio Mocarzel, la llamó a su oficina  y le dijo: “Si bien usted se ha ganado el derecho de llevar el tricolor, con su negativa de vestir el uniforme no está haciendo patria…”, Estelina respondió: “Señor, manteniendo mi vestimenta estoy haciendo patria”.

Una lágrima parece que quisiera estallar cuando recuerda esa anécdota, que hoy más bien parece engrandecerla. Ese día Estelina tuvo que desfilar en la última fila de su curso, como si hubieran querido esconderla. Pese a ser la mejor alumna fue reemplazada por un alumno que tenía de promedio quince sobre veinte.      

Si se mira al lado izquierdo de su escritorio, ella aparece en la portada de la revista Geo, de Francia. Fue fotografiada con el Sol de Oro, emblema de todos los ecuatorianos, logotipo del Banco Central, que simboliza la condensación de las deidades andinas. Ese sol, Punchao o Inti,  uno de los dioses de sus ancestros, parece darle fuerza para recuperarse de una lesión en su tobillo, que hoy le obliga a usar bastón temporalmente. 

Si algo ha aprendido en estos años, en esa relación con objetos de culturas que habitaron desde hace milenios en el país, es que la vida y la muerte tenían una relación cercana y armónica, eso sí, difícil de comprender para la sociedad occidental. 

Estelina ha vivido al máximo y, por tanto, ha estado cerca de la muerte en varias ocasiones, tres o cuatro quizás. Cuando tenía menos de un mes de nacida dejó de respirar tres veces. Luego, a los 17 años, estuvo a punto de ahogarse en el mar. Se volcó cerca de llegar a Otavalo cuando intentaba visitar a su familia…. 

Sin embargo, “quiero morir de vieja. Yo  estoy segura de que me voy a encontrar en la otra vida con mis parientes más cercanos y los lejanos también”.  Cree que los seres humanos cumplen una misión en la vida. La de ella es salvaguardar y convivir con piezas ancestrales, simbólicas para sus dueños, quienes, como Estelina, nunca supieron la diferencia entre la palabra amor y la palabra cultura.
Galo Betancourt

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