lunes, 18 de mayo de 2009

Tránsito de Tierra

Tránsito de Tierra


No fui. No podía ir. Fue un día de enfermedad y escalofríos. Era el entierro de Tránsito Amaguaña. Pero desde aquel miércoles 13 de mayo, tengo en mi cabeza una idea que me persigue, me atrapa, me entierra. Sí, me en-tierra de un modo moralmente intenso.

Nunca ví a Tránsito Amaguaña en vida, y tampoco he visto una sola foto de ella cuando era joven y luchaba por esas cosas que ahora apenas son oraciones y homenajes póstumos. La conocí en un reportaje de TV, hace unos años, realizado en su propia casa. Viejita y casi sola, respondía a las preguntas que le hacían y no le hacían. La cámara, mientras, se preocupaba de mostrar el sitio donde dormía y comía la viejita Tránsito.

Por todo lado se veía algo que los citadinos horribles llamamos tierra (=suciedad).

Sí, nunca vi una foto de doña Tránsito joven. No obstante, todos hablan de lo valiente y aguerrida que fue. Todos saben ahora un párrafo de su biografía. Y muchos la miran como un ejemplo.

Yo no. Yo no porque cuando viajo más allá de Quito hacia la Sierra o hacia la Costa, las provincias me echan en cara, si ningún apocamiento, su colosal ruralidad, su condición apartada del desarrollo artificial de las ciudades y sus ensambladuras de progreso.

“Nunca ví a Tránsito Amaguaña
en vida… y ni una sola foto de ella cuando era joven”

La ruralidad me grita, sin modales de ciudad, que la tierra está ahí como tributo a un pasado que nos sitúa como país primario. Cuando subo por la Sierra es más doloroso el dolor de geografías congeladas por el clima y la paciencia embrutecida de surcos sembrados para morir. Este sábado nomás Correa le dijo al país cuán dura es la cosecha en los páramos.

Cuando bajo por la Costa es más doloroso el dolor de geografías quemadas por la sequía y la estupidez de nunca aprovechar ni buscar ni gastar, ahí sí, las tecnologías agrícolas de los ‘países desarrollados’. Cada lugar me insulta y por eso me deshonro de vivir en un paisito de capacidades primarias pero tufos modernos en sus escasos centros citadinos o sus celulares que me ubican a 100 metros al nivel del mar o a 500 metros a nivel del mar. ¿De qué mierda me sirve saberlo?

Cuando ví su rostro, su pelito blanco, sus palabras altísimas dichas en un castellano trozado, hablan de una mujer enfrentada a las fuerzas opresivas del nuevo huasipungo: el génesis muerto. Ni el amor gozó, cada vez violada y rajado su útero de hembra, verla en ese hogar de tierra (premiada como india) me reafirmó que debo sentir vergüenza propia. Pero este país rural no les avergüenza a otros. Es tierra. ES TIERRA. La fibra de la ruralidad ecuatoriana debe forjar las líneas de otro desarrollo.

También dijo Rafael Correa el sábado que la agricultura es diferente en la Sierra y en la Costa. ¡Por supuesto! Por eso, para que este país tiemble con la idea de un verdadero cambio, una auténtica Reforma Agraria es urgente, solo entonces los ‘pelucones’ tendrán razones para oponerse a Correa.

No fui a enterrar a Tránsito. He aplacado mi cobardía. Piso cemento cada día y siento el latido de los seres que murieron antes de las calles y las alcantarillas.
Tránsito: en tu nombre y llorándote ahoritas, te digo que fuiste un mal ejemplo… y que, por eso, hasta a los indios de hoy asustas.

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