lunes, 27 de abril de 2009

Quechuahablantes y discriminación


Autor: Patricia del Río

No hablemos de la congresista Hilaria Supa. Hablemos de lo que significa ser una mujer quechuahablante y haber nacido en alguna zona rural del Perú.

Según las cifras del Censo 2007, el 31.1% de estas mujeres son analfabetas, el 38.3 % tiene estudios de primaria, el 22.6% llega a la secundaria y solo el 2.9% alcanza la universidad. Para una niña, nacer en el campo implica estar condenada a la falta de oportunidades pues, en contextos de pobreza extrema, las familias prefieren apostar por la educación de sus hijos hombres con la idea de que ellos tienen más posibilidades de salir adelante con una carrera. Las niñas, en cambio, se quedan ayudando a su madre, casi siempre quechuahablante y analfabeta también, en las labores del hogar.

Ahora, qué pasa con las niñas que, efectivamente, logran llegar a la escuela. Si consiguen ser matriculadas, su centro educativo será, casi con seguridad, multigrado o unidocente; es decir, atendida por un profesor, que se las arregla para enseñar generalmente sin libros y sin cuadernos a todos los niños de distintos grados, edades e intereses. (El 90% de instituciones educativas de primaria rurales es atendido por docentes con más de un grado a su cargo). Además, ellas llegarán hablando quechua y tendrán que insertarse en un sistema educativo que no está preparado para enseñarles a leer y escribir a alumnos cuya lengua materna no es el castellano.

Los resultados de este choque cultural, que se produce desde hace décadas en muchas zonas de nuestro país, es terrible: los niños sufren discriminació n y maltrato por parte de maestros que no les entienden lo que hablan y, pronto, abandonan la escuela con un incipiente manejo del castellano con el que tienen que sobrevivir por el resto de su vida. Los que se quedan, porque tuvieron la suerte de tener profesores más dedicados, o porque, a pesar de las dificultades, insisten en la educación como un mecanismo de superación, recibirán una formación pobre, llena de vacíos, que no les otorgará una base sólida para continuar estudios superiores.

Así como Hilaria Supa hay millones de quechuahablantes que han aprendido como han podido un español imperfecto que el Estado los obliga a usar, pero que es incapaz de enseñarles. Este español motoso, sin embargo, no los hace ignorantes ni incapaces, como muchos quisieran creer. ¿No los hemos visto acaso, a lo largo de los años, llegar a Lima y esforzarse por ofrecerles a sus hijos un mejor futuro? Ahí están las empleadas del hogar, los comerciantes de La Parada, los empresarios de Gamarra o los comerciantes de Villa El Salvador para demostrarnos que su mayor obstáculo por superar no ha sido el idioma, sino la intolerancia y burla de ciertos limeñitos que la han tenido tan fácil en la vida que son incapaces de ver más allá de su propio engreimiento.

Le aqui lo que publico El Correo el dia de ayer.
http://www.correope ru.com.pe/ correo/nota. php?txtEdi_ id=4&txtSecci_id= 101&txtSecci_parent=&txtNota_id=43706

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