martes, 28 de abril de 2009

Justicia indígena

Justicia indígena

PADRE PEDRO PIERRE

ppierre@telegrafo.com.ec


La justicia oficial quiere dar lecciones a la justicia indígena. Jesús profetizó muy bien de la inmensa mayoría de sus representantes: “Dices a tu hermano: Déjame sacarte esa pelusa del ojo, teniendo tú un tronco en el tuyo. Hipócrita, saca primero el tronco que tienes en tu ojo y así verás mejor para sacar la pelusa del ojo de tu hermano. No den lo que es santo a los perros, ni echen sus perlas a los cerdos”.

¿Cuál es la institución ecuatoriana más corrupta que la justicia? Hipocresía y racismo. Pues muchas lecciones tenemos que recibir de la justicia indígena.
Primero: se juzga y castiga a las personas que han sido arrestadas en el acto. ¿Cuántas gentes encarceladas fueron arrestadas por casualidad y que, después de años, serán reconocidas inocentes porque “fue un error”?

Segundo: hay juicio indígena. ¿Cuántas gentes pasan años en las cárceles sin juicio? Además el juicio indígena es público: muchas personas intervienen. En la justicia oficial, ¿cuántos juicios, amarrados de antemano, desaparecen, particularmente de los que mucha plata tienen?

Tercero: no hay cárceles indígenas. Las cárceles estatales se llaman vergonzosamente “Centros de reeducación”. Son cárceles con mafias internas, “imposibles de controlar”, que se hacen pagar y que matar, donde se trafica drogas y armas, donde los que tienen plata pueden tener las comodidades de un hotel de varias estrellas. Cárceles donde uno se muere de hambre, de enfermedades, de soledad, de torturas; donde se viola a varones y mujeres; donde se aprende a robar, asaltar y matar mejor…

Cuarto: en la justicia indígena las penas son clasificadas según la gravedad del acto cometido. Claro, son castigos físicos y a veces castigos muy duros que la televisión sabe presentar y comentar con un gran sabor morboso. “Atentados a la dignidad humana”, comenta indignado el periodista de turno. Porque en las cárceles estatales, estar encerrado años sin juicio o con juicio pero sin sentencia, no es castigo. Porque las condiciones degradantes de la mayoría de las cárceles no son castigo. Porque aceptar que las cárceles son “imposibles de controlar” no es castigo. Porque no es castigo que la mayoría de los presos de las cárceles sean pobres, indígenas o negros. Porque llegar a morir en una cárcel ‘mestiza’ no es castigo…

Quinto: los castigos son públicos en la justicia indígena, donde no se castiga hasta la muerte y donde los verdugos actúan con la cara descubierta. ¡Qué bonitas e higiénicas las ejecuciones norteamericanos en la silla eléctrica!

Ahora, “el que esté sin pecado que eche la primºera piedra”. ¿Cuántas veces hemos “pagado” por el encarcelamiento de un familiar, un vecino, un compañero de lucha, porque “no hay más remedio”? ¿Cuántos hemos ido a protestar por estas situaciones vergonzosas de las cárceles para no hacernos cómplices de lo que denunciamos?

Todo esto es muestra de mucha hipocresía y racismo. Racismo porque se desprestigia mucho las raíces de donde provienen todos los mestizos que critican las prácticas de la justicia indígena.

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