miércoles, 11 de marzo de 2009

MAMA ROSA SANDOVAL, VOZ DE NUESTRA IDENTIDAD.


Ixca Nazim Flores.

A una hora de Otavalo y media hora de Ibarra, la comunidad de Zuleta, antigua hacienda del ex presidente Galo Plaza Lasso, se extiende imponente ante nuestros ojos, mostrando el verdor de la naturaleza que es el lienzo perfecto para dar realce a las faldas multicolores y hermosas camisas bordadas con las que luce la mujer de esta etnia kichwa-cayambi. En el Colegio Agrícola Experimental Zuleta, un grupo de amigos liderados por el Antropólogo Samir Salgado y la dirigente Rosa Carlosama, nos indican que debemos esperar a Mama Rosita Sandoval; ella no vendrá hasta no darle la comida a su padre de quien se ha quedado a cargo desde hace 30 años. Los muchachos de la zona nos retan a un partido de fútbol y nos preguntan el por qué de nuestro interés por conocer a Mama Rosita Sandoval, entre juegos y risas, una mujer de paso fuerte y mirada curiosa llega al Colegio, cruza la cancha y hace parar el juego; es Doña Rosita Sandoval; el partido queda empatado sin goles.

Mama Rosita es una de las legendarias voces del grupo Ñanda Mañachi, se acerca y nos pregunta para qué le hemos mandado a llamar; -es que los compañeros del Grupo Yarina le quieren conocer-, le responde en kichwa un compañero de la localidad, nos llevan a una de las aulas de la escuela y una mesa colmada de habas, choclos y quesos de la zona, es el escenario perfecto para comenzar la conversación.

Es el mes de marzo del año 2008 y Mama Rosita acaba de cumplir 67 años. Nos cuenta con detalle que a sus 22 años viajó por Ecuador, Perú, y Bolivia, gira de la cual regresó muy enferma a causa del frío de Cochabamba, razón por la cual no pudo continuar el resto del periplo con sus compañeros hacia Estados Unidos y Francia. –“Yo cantaba desde que tuve 18 años para taita Galito-“, dice, refiriéndose al ex presidente-, “a cada rato me mandaban a llamar para que cante en la hacienda, ahora ya no canto pero toco el rondín y aun puedo bailar-“. Nos dice.

Al rededor de los años 70´s, el boom latinoamericano de la música folklórica latinoamericana se encontraba en pleno apogeo, pero Rosa Sandoval ya había cantado las canciones que serían leyenda en el pentagrama nacional. Recuerda la orientación y asesoramiento del visionario francés Chopin Thermes y la ayuda musical de Enrique Males, el insustituible violín de don Alberto Chilcañán y la segunda voz de la compañera Ofemia Escola. Después de 7 años de trayectoria junto a Ñanda Mañachi, doña Rosita decidió volver a su tierra y abandonó el grupo, pues sintió que el interés comercial había contaminado el objetivo cultural con el que se constituyó originalmente.

María Rosa Cristina Sandoval Anrrango, nació en la comunidad de Angochagua, cantón Ibarra, el 17 de septiembre de 1941. Según recuerda, un jueves, a sus 68 años, fue reconocida en una Sesión Solemne conjunta del Gobierno Provincial de Imbabura y el Municipio de Ibarra a la cual llegó el momento en que todos ya salíamos; como hace un año, la responsabilidad de cuidar a su padre le había retrasado en Zuleta. Sin Embargo y a pesar de tener que participar en una minga el sábado 7 de marzo, Mama Rosita estaba puntual en su Angochagua natal para ser homenajeada, pues como dice, - “En Ibarra no me conozco a nadie y nadie me conoce a mí”.

Las vecinas de Angochagua no creían que Doña Rosita Sandoval haya recibido un diploma y una medalla “sólo” por cantar y por eso no podía faltar al homenaje del pueblo Cayambi. Homenaje y reconocimiento bien ganado, como para desterrar por unos días el olvido, sin embargo esta anciana que es un referente de nuestra identidad, necesita de la ayuda efectiva de las autoridades y del pueblo Imbabureño, esperemos que no suceda lo que con Milton Tadeo, que solo cuando ya murió, autoridades, candidatos y medios de comunicación inundaron su Carpuela querida para agradecerle por su aporte a la construcción de la identidad nacional y de nuestro orgullo intercultural.

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